Desde que nacieron, he intentado inculcar a mis hijos el reciclaje. A veces, en cosas pequeñas y cotidianas. Por ejemplo: todos los tapones de corona de las botellas de vidrio han ido a una lata de aceitunas de 33 cl. Al llenarse la aplastaba y la arrojaba a un contenedor que irá al contenedor amarillo. Todas las latas las aplastábamos con un chisme que traje de Estados Unidos para que ocuparan menos espacio y ellos jugaran a reciclar. Todas las tapas de aluminio de yogures, natillas o actimel se depositan en una fi ambrera esperando feliz matrimonio con una hoja de aluminio usada que los envolverá. Todo ello, hecho una pelota, irá al contenedor del aluminio, el amarillo. Les enseñé desde pequeños qué envoltorios son reciclables y cuáles nunca debieron ser fabricados. Como decía Serrat, son esas pequeñas cosas que, gota malaya a gota malaya, van calando en las personas desde niños y lo configuran como individuo. Individuo a individuo se construye una sociedad. Inducción o predicar con el ejemplo, somos lo que vimos.
En otras actividades de fin de semana, por poner otro ejemplo, nos dedicamos a limpiar rincones y armarios durante la mañana del sábado. Vigilando el reloj, corríamos para llegar al punto limpio antes de la 1. Y es que ser respetuoso con el medio ambiente tiene horario en España. Primer problema de los puntos limpios: el horario.
Habitualmente, tengo la costumbre de hacer turismo por los puntos limpios de toda la zona. La verdad es que, en general, es decepcionante. Casi todos los contenedores están mezclados y la actitud del responsable es habitualmente pasiva. En el mejor de los casos, simpática, pero poco profesional. La verdad no induce a reciclar cuando te dicen “no te compliques, tíralo al rechazo”, cuando tu vienes expresamente desde lejos. Te inducen a que lo dejes al lado de tu casa junto al contenedor.
Es otro problema de los puntos limpios: su situación. Qué cómodo era disponer de un “drapaire” (otra canción de Serrat) al lado de tu casa. ¡Los tendríamos que volver a inventar! De hecho, el ayuntamiento de Barcelona (siempre tan innovador), ha creado una red de Deixalleries Urbanes que se acercan al concepto del trapero de barrio pero gestionado con las inercias de los puntos limpios. Tan solo nuestra asociada Tabuenca ha conseguido la fusión entre la deixalleria urbana y trapero histórico en pleno barrio de Gracia. Pero mientras las deixalleries públicas disfrutan de las mejores esquinas de la ciudad, Tabuenca realiza su actividad con las limitaciones de un local antiguo y escondido. No creo que Zara hubiese llegado donde está permaneciendo en la calle Guilleries.
Haciendo un análisis de los puntos verdes, funcionan mucho mejor los que están gestionados por gestores de residuos históricos que los que gestionan empresas de basuras. La crisis económica está poniendo la viabilidad económica de los puntos limpios en el punto de mira ante la asfixia económica de ayuntamientos y administraciones. Creo que es buen momento para revisar el modelo actual de las deixallerias, modificar su clausulado y abrirlas a la gestión por parte de nuestro sector.
No es una idea original. En otros países, ya hace mucho tiempo que están siendo gestionadas por gestores históricos de residuos con notable éxito. Por poner un ejemplo, hace años visité un gestor mediano de chatarras en Winterthur (Suiza) que había habilitado una esquina de su almacén como punto limpio con notable éxito. Hasta 1000 particulares los visitan diariamente (ya les gustaría a nuestros puntos limpios recibir la mitad). Disponen de un buen aparcamiento como un supermercado fuera y con carritos bajos como los de cargar muebles en IKEA. Grandes pizarras anuncian los materiales que paga y los que recoge con cargo. En su pagina web anuncia un cargo de 0,40 francos suizos por aceptar por ejemplo: escombro, espejo, madera, cerámica, residuos de cocina, refrigeradores, muebles, colchones, neumático, esquís y botas de esquí (el deporte nacional, en España serían botas de fútbol!!), alfombras, etc. Para pinturas, barnices, pegamentos, aerosoles, depósitos de fluidos comprimidos, etc. hay que pagar 2 francos suizos para deshacerse de ellos por kilo. Todo un ejemplo de que los puntos limpios, llamados deixalleries aquí o puntos verdes allí podrían convertirse fácilmente en puntos azules si fueran gestionados por los gestores de residuos.
Coste para la administración, próximo a cero. Los costes se cubren con la actividad comercial y en parte por los ingresos. Los cargos son inferiores al coste real. Podrían ser gratuitos como en los puntos limpios españoles, pero se pretende que el consumidor se conciencie del coste de su eliminación.
Nadie como nosotros para ahorrar, optimizar y rentabilizar. El concepto de economía azul procede del Sr. Gunter Pauli, fundador de Ecover, una empresa ecológica pionera considerada modelo mundial, y defensor de una economía verde durante 35 años de su vida profesional. Para Pauli, la economía verde es cara y poco sostenible económicamente. Los productos verdes han de ser competitivos económicamente para ser sostenibles en el tiempo. De poco sirve producir tomates ecológicos si cuestan tres veces más que los normales. De igual manera, los puntos limpios no son viables si lastran las arcas de la administración. Mi propuesta es abrir el clausulado de adjudicación de las magnificas instalaciones para convertirlas en puntos azules. Un reto para las administraciones y una oportunidad para los gestores.