La familia Phernández se levanta, como cada día, al alba para ir a trabajar. Lola llevará a los niños a la escuela pública del barrio, después pasará por el ambulatorio del barrio a que miren a la pequeña Vanesa, que amaneció con fiebre.
Mientras, Paco, el padre de la familia, salió con su camión para dar la ronda diaria, por talleres pequeños para recogerles la chatarra que tengan. Digo lo que tengan, porque la cosa está muy mal. Ha bajado mucho la actividad y el que te entregaba 3 baterías ahora tiene una o ninguna. Y es que no hay dinero en la calle. Entre taller y taller para en los iglúes y baja Pablo, su hijo mayor, a ver si encuentra una lavadora o lo que sea. A las 12 pasaran por un taller (Torneados Gharcia, S.A.) que sacan la chatarra a finales de cada mes. Hace tiempo que le compran la chatarra porque Paco se la compra en efectivo. La familia Phernández no lleva ninguna contabilidad y les da igual comprar en blanco o en negro mientras tengan un plato de garbanzos que llevar a la boca de su familia.
Estampaciones Gharcia se lo venden a Paco porque con la chatarra pagan las horas extras. Afortunadamente tienen trabajo, pero han de hacer tres turnos y las cuentas no salen si tienen que contratar más trabajadores. Además, la plantilla está satisfecha con un dinero extra, aunque tengan que trabajar más que un reloj.
Mientras tanto, Lola después de pasar por la farmacia a recoger Dhalsi para su hija, se dirige a la oficina de asistencia social para pedir una ampliación del subsidio que reciben cada mes.
Mientras tanto, Paco consigue comprar la chatarra al Sr. Gharcia de Estampaciones Gharcia. Esta vez casi no le ha dejado ganarse la vida. Gharcía negoció la venta de chatarra como si le fuera la vida de su taller. Paco piensa que mejor eso que nada. Con la chatarra se dirige a un Recuperaciones Mhartinez a las afueras de la ciudad.
Hoy hay cola para descargar. Con la crisis, cada día hay más chatarreros ocasionales. En la cola se encontrará con su tío Juan, que está jubilado. Juan, con la jubilación de 250€, no le da para llegar a fin de mes. Juan sale muy temprano de casa y con su carrito va recogiendo (honradamente) lo que va encontrando por el barrio. Hoy, el día no ha ido mal. Entre cartones, chapajo y un par de grifos ha conseguido reunir unos 60€. Ayer fue mal: no llegó a la mitad.
Tiene mucha competencia. Cada vez hay más recogedores. En la cola se encuentra con Lolo, parado desde hace 3 años y trasportista ocasional. Y es que es difícil encontrar trabajo para alguien que ronda los 60 años. También en la cola está Marcelo, empleado de Electricidad Phealez, que ha conseguido reunir 100 kgs de metales de las instalaciones que ha realizado este mes. Es una ayuda del sueldo. Su jefe, el Sr. Phelaez, lo sabe y ya cuenta con ello.
Recuperaciones Mhartinez no pide ni documentos ni procedencia. De hecho, se ha metido varias veces en problemas con material robado, pero es la manera de comprar. Si eres muy exigente, al final no compras nada. Tiene la planta por legalizar. Pero si le pones tantos gastos a este negocio, al final no queda nada, dice.
Paco sabe que no le paga un buen precio, pero le paga en efectivo y a veces hasta le adelanta el dinero. Esta tarde tiene que ir a Hacienda. Tiene una citación por facturar más 3 millones de euros. Son del año pasado que todavía vendía a Metales y Chatarras, SL. Por lo visto, lo declararon en una relación con Hacienda…
En fin, esto es una historia que se repite cada día en todas las ciudades españolas. La realidad es todavía más amplia, pero sirve para entender que las famosas compras a particulares engloban una situación compleja. La pretendida voluntad de prohibir la compra a particulares es como matar moscas a cañonazos. Estos particulares o falsos particulares van a seguir funcionando tanto si se prohíbe como sino. Otra cosa comprensible es que exista una voluntad reguladora en unas actividades absolutamente ilegales, encubiertas por la mal llamada compra a particulares.
En agosto, 200 personas se manifestaron en contra de regular esta situación ilegal. Este mismo colectivo utiliza los servicios sociales, la sanidad pública, la educación pública, etc.. En época de recortes del estado del bienestar se entiende mejor que todo ello se sostiene si se pagan impuestos. Las constantes noticias de corrupción política no han de desmerecer que tenemos una gran sanidad pública, educación, etc.. Pretender defender la ilegalidad me parece anacrónico.
Esta situación ha sido producida por la lectura de la nueva Ley de Residuos que reconoce la propiedad de los residuos depositados en las vías públicas como municipales. Ello también es una situación que compartimos con la mayoría de países europeos y que poco a poco van resolviendo con diversas medidas:
– Prohibición explicita de comprar a “particulares” sin su identificación correspondiente y contrastada.
– No aceptación fiscal de dichas compras si no están pagadas con cheque nominativo o transferencia bancaria.
– Retención de impuestos sobre la renta sobre el importe entregado. Control extremo de las empresas que recaudan la retención.
– Etc.
En fin, son soluciones que han aplicado nuestros vecinos europeos, que habitualmente pensamos que son muy diferentes a nosotros. Lo que está claro que no se puede sostener un estado del bienestar si no tributa todo el mundo.
También está claro que nuestro sector requiere una legislación fiscal diferenciada a otros sectores. Que no podemos gobernar a golpe de decreto ley y esperar que los ilegales desaparezcan solos. Que el problema no está en la ley. El problema está en cómo se aplica. Podemos legislar lo que aguante el papel pero luego, la realidad, pone a cada uno en su lugar. Que si se prohíbe la compra de particulares va a prosperar las sociedades que lo hagan. Que si la ley no se aplica equitativamente sobre todos los ciudadanos y empresas no tenemos ningún futuro como sector ni como país.
Por último, quiero felicitaros las fiestas navideñas y desearos salud para el 2012. La vamos a necesitar.