En febrero del 2022, pocos descontaron las consecuencias de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Lo que se interpretó como una guerra regional, ha desembocado en una guerra fría de bloques. Lo que está el juego son los principios básicos de la globalización y sus réditos para las economías de todos los países mas o menos industrializados.
A poco de la invasión, la OTAN se posicionó a favor de Ucrania por su proximidad geográfica de los países limítrofes a Ucrania y, por extensión, los de la CE. Sus políticos no tardaron en acordar represalias económicas para Rusia de forma impulsiva, si tener consciencia de la dependencia de las principales economías de la energía, la materia prima, y los cereales rusos (sin olvidar los de Ucrania).
Entonces vociferaban en alto sanciones, pero la realidad ha sido que han seguido comprando a Rusia con la boca pequeña. Especialmente el GNL, gas natural en fase líquida que, a una temperatura de -160oC, se almacena y transporta en recipientes altamente aislados en una reducción de volumen de 600 de gas natural que licuado se comprime 600 veces. Alemania se nutre mayoritariamente de este formato de gas.
Tampoco las sanciones al petróleo ruso han tenido consecuencias relevantes en el precio, por la alianza coyuntural de Rusia con los productores relevantes de Oriente Medio.
En otro ámbito, cabe destacar que la LME sigue aceptando aluminio ruso en sus almacenes con sus efectos en la oferta y demanda real y, con ello, en los precios. Los precios están más condicionados por la confianza en la economía que por las sanciones.
Otros países de índole oshore están blanqueado el petróleo, el aluminio o los cereales rusos saltándose, así, buena parte de la presión política.
Las consecuencias geoestratégicas siguen derivando hacia una mayor confrontación de bloques y, por ejemplo, recientemente se ha ampliado la alianza económica de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) con Argentina, Egipto, Irán, EAE, Arabia Saudí y Etiopia desde el 1 de enero del 2024. Revisando la lista, diría que es una asociación más orientada a ir contra algo o a alguien que las razones objetivas que comparten.
“La LME sigue aceptando aluminio ruso en sus almacenes con sus efectos en la oferta y demanda real y, con ello, en los precios.”
También las esperanzas de relajamiento arancelario de los EEUU se han esfumado. Porque si bien Biden no vocifera tanto como Trump, no ha rebajado las políticas proteccionistas de Trump.
De tal manera, Europa, con una guerra a pocas horas en coche, sigue apática, tal y como refleja la debilidad de su moneda versus el dólar y la baja
actividad que muestran nuestros indicadores económicos.
El tablero político cada vez se asemeja más al juego de estrategia RISC, pero de una manera ampliamente más compleja donde los intereses se cruzan para formar matrimonios que, en otras circunstancias, serían imposibles.
China, políticamente aliada con Rusia, en la economía práctica, tampoco puede romper con los países de la OTAN y, al final, se convierte en un juego de prioridades.
Con un hambre infinita de recursos, al final se le compra más petróleo a un país alineado, para comprarle menos al de la acera opuesta.
Por poner un ejemplo, China
no pudo limitar su dependencia del carbón y el mineral de hierro australianos y tuvo que decidir hacer la vista gorda ante la impertinencia australiana sobre el origen del COVID.
La geopolítica de las importaciones chinas de materias primas es muy esclarecedora desde este punto de vista: en el aspecto energético, el petróleo proviene de Rusia (al igual que la India), de Arabia Saudita, pero también de Irán e incluso de Venezuela. El gas natural procede de Rusia a través de gasoductos, pero el GNL procede sobre todo de Qatar. Cada vez más minerales y metales son extraídos, e incluso transformados, por empresas chinas que dominan el níquel en países africanos, sudamericanos o del sudeste asiático. En los que el amplio imperialismo americano o europeo de otras décadas, ahora ondea banderas de otro color.
De todas formas, tanto a la economía China como a la alemana (en la cabeza mundial de la exportación), no les es positiva esta guerra geopolítica
del siglo XXI.
Hacia los años treinta del siglo
pasado, un círculo entonces cercano al Partido Laborista (la sociedad fabiana) publicó un estudio en el Reino Unido. Su título: “Materias primas, materiales de guerra”. Tristemente actual. Las cosas no cambian tanto a pesar de los avances de la humanidad en muchas otras áreas.
Terminaré con una noticia que considero positiva para nuestro sector y la economía circular.
Rumanía, en la cola europea en los índices de reciclado de la CE, ha aprobado también de forma inminente la implantación del Sistema de Depósito, Retorno y Recuperación de Envases. Tras la reciente adhesión a este sistema de Portugal y Polonia, parecería que España, Francia e Italia esperan que Bruselas nos obligue a su implantación para obtener índices de reciclado de envases que en el norte de Europa rayan el 100 x 100 desde hace décadas. Quizás los famosos PIGS serán otros diferentes y generarán un nuevo acrónimo en términos de índices de reciclaje.