Chatarra: una brecha sin resolver

11/08/2010

Desde 1960 la producción de mina ha abastecido en promedio el 84,3% de la oferta de cobre, logrando máximos en torno al 87% y mínimos en torno al 82,5%. ¿Por qué el cobre secundario no ha sido más importante en abastecer la demanda hasta ahora?

El consumo mundial de cobre se ha incrementado de forma importante en los últimos años –sobre todo impulsado por el fuerte dinamismo del crecimiento de la economía china– alcanzando durante 2006 sobre los 17 millones de ton. De este monto, sólo cerca de un 12,5% es provisto por el reciclado de la chatarra vieja del metal rojo, es decir, el cobre que alcanzó el final de su vida útil y que, usualmente, luego de pasar por un proceso de fundido y refinado para extraer las impurezas, regresa al mercado.

En este sentido, cabe destacar que no se considera en el reciclado que entra a los mercados la chatarra descartada en los procesos de fabricación y semielaboración, la que se denomina chatarra nueva. Esta, salvo en una pequeña fracción, no necesita ser refinada nuevamente sino que vuelve inmediatamente a los procesos de fabricación.

Desde 1960 la producción de mina ha abastecido en promedio el 84,3% de la oferta de cobre, logrando máximos en torno al 87% y mínimos en torno al 82,5%. ¿Por qué el cobre secundario no ha sido más importante en abastecer la demanda hasta ahora?

Según el director del Centro de Minería de la Universidad Católica, Gustavo Lagos, es una pregunta sin resolver. “La chatarra usada de cobre se ha mantenido constante en el tiempo e incluso ha disminuido en cantidad absoluta desde hace siete u ocho años, nadie ha podido responder por qué sucede esto”, señala.

Uno de los puntos a tomarse en cuenta, según el académico, es que el cobre secundario que reaparece en el mercado lo hace luego de que el producto original cumple una vida útil: “La chatarra que está saliendo al mercado ahora, después de haber sido usada, en promedio fue utilizada hace muchos años, entonces lo que hay que mirar es lo que ocurrió hace 25 años atrás para entender lo que está ocurriendo hoy”.

Según señala un estudio realizado por Lagos, junto con Helmut Henríquez, “Escenarios para la Demanda y Oferta de Cobre en el Siglo XXI”, diversos autores tienen estimaciones diferentes de la vida media de los productos de cobre durante su utilización, ya sea como cables, cañerías, circuitos, adornos, bobinas para motores, etc. “El Bureau de Minas de los Estados Unidos estimaba la vida útil del cobre en 16,4 años (US Bureau of Mines, 1974), el Instituto del Cobre de Alemania (DKI, 1990) consideraba 33 años, Henstock (Henstock, 1997) 20 años, Huysmans (Huysmans, 1997) 38 años, sin considerar maquinaria industrial y bienes de consumo”.

En el trabajo de estos investigadores se adoptó la vida media estimada por Janice Jolly (Escala, 2000) de 27 años. Jolly considera cinco sectores fundamentales: la construcción (45 años), el transporte (15 años), la electricidad (40 años), la maquinaria industrial (20 años) y los bienes de consumo (15 años). El estudio de Lagos indica que “cuando se considera el peso relativo de cada uno de estos sectores industriales en la composición total del mercado del cobre, la estimación varía levemente, de 27 a 29 años. Si la chatarra vieja que llegó al mercado en el año 2000, por ejemplo, tuvo una vida media de 29 años, ello significa que esa chatarra comenzó a ser utilizada en 1971, cuando la demanda mundial fue de 7,3 millones de ton. Por tanto, debería esperarse que la chatarra que llegó al mercado en 2000 fuese igual a esta cantidad, menos la fracción de cobre que se disipó y se perdió”, como el que está inserto en compuestos químicos, la disolución de cañerías y techos, el desgaste de las balatas, y de líneas eléctricas aéreas de trenes y otros vehículos eléctricos y que podría ascender al 1% del total de la demanda anual.