No hay semana que no me acuerde de mi padre. Es normal, después de 25 años “levantando la persiana” juntos, casi lo apreciaba más como compañero que como padre. Como rezaba aquel libro: “las cosas importantes las aprendí en el parvulario”; en mi caso, las cosas realmente importantes para dirigir nuestro negocio las aprendí de mi padre. De él aprendí la constancia, que la inspiración me llega trabajando duro, ser honesto con clientes, proveedores y sobre todo empleados, ser justo o, como poco, intentarlo. Yo tan sólo añadí idiomas, informática, tecnología, logística, etc. Tuvimos la suerte de tener los mejores maestros en casa. En su generación, muchos tuvieron que ser autodidactas y desarrollar un ingenio superior para contrarrestar las penurias de la postguerra. Su legado fue el cimiento del crecimiento de nuestras empresas.
Históricamente, el sector ha sido casi monopolio de hombres. De mi generación emergieron excepcionalmente, pero de forma notable, las primeras mujeres de nuestro sector. Afortunadamente, cada vez es más “normal” la mujer en nuestro sector. Al igual que han aparecido las primeras jefas de gobierno, tenemos espléndidas empresarias de la recuperación. Es esperanzador que la sociedad evolucione porque las mujeres, habitualmente, toman decisiones menos influidas por las hormonas y la beligerancia.
En España todavía tendremos que esperar a ver una presidenta del gobierno mujer. La verdad es que la situación política es desesperante. En un momento económico en que sería más necesario que nunca remar todos en la misma dirección y de forma ejecutiva, los periódicos llenan titulares con sus desplantes, negaciones del saludo y su incapacidad de conciliar acuerdos que saquen al país de una situación cada más preocupante. Quizás, cuando puedan gobernar las mujeres en este país, lo harán de una manera más lógica, ejecutiva y serena. Mientras tanto, la incertidumbre económica aumenta y con ello disminuye la actividad económica.
El sector de la recuperación, formada mayoritariamente por PYMES y autónomos, ve con preocupación unos gobiernos más preocupados por las multinacionales y las grandes empresas. Parecen olvidar que es la clase media quien mantiene el equilibrio económico del país. Con tanta incapacidad de conciliar gobierno estable, quién sabe si pasará como en Bélgica, que después de más de 500 días sin políticos funcionó mejor el país, mejoró el paro, el PIB, el déficit, etc.. Y es que los nuestros están más pendientes de demoscopia y del FMI que en tomar las decisiones que precisa el país para salir de la crisis.
Nuestro sector sigue esperando, cada vez de forma más impaciente, reducciones de impuestos directos e indirectos. Ecualizar al sector: eliminar o igualar las obligaciones laborales, fiscales, etc. de cualquier gestor de residuos. Con la crisis el incremento de la ilegalidad ha sido espectacular.
Es bochornoso el continuo robo de cobre que deja por enésima vez sin tren de cercanías a miles de personas, y ha vuelto a demostrar que las tibias posiciones políticas favorecen la progresión de instalaciones ilegales donde germinan los robos de catenaria.
Al igual que el sector se nutre de nuevas generaciones cada vez mejor preparadas, esperemos que se produzca un relevo político de tecnócratas que, como en Bélgica, no les tiemble el pulso para aplicar medicinas aunque duelan a algunos.
No tiene ninguna lógica que en un país con una tasa de paro por encima del 20%, con más del 40% de jóvenes parados, los trámites de apertura de una planta de gestión de residuos sea legalizada en más de dos años y que, simultáneamente, sean invisibles las ilegales. ¿Para cuando la ventanilla única para crear una empresa legalizada?. Decenas de camionetas deambulan por nuestras ciudades robando impunemente los contenedores como si fueran invisibles. Tan invisibles como las plantas ilegales donde habitualmente acaban los metales robados.
¿Para cuándo nuestras actividades de valorización de residuos, lejos de ser gravadas con más y más impuestos, los vean reducidos? Los residuos que nuestro sector recupera disminuyen la balanza de pagos, etc.
En fin, la lista es tan larga que dan ganas de irse a vivir a Bélgica o traer a los tecnócratas belgas a España.