Los economistas interpretan el pasado con la destreza de un cirujano. A la hora de interpretar el presente económico ya andan más cojos. Para el futuro, casi han de recurrir al tarot.
Así estamos todos los empresarios ante un futuro cada vez mas incierto. Es una realidad: estamos ante una situación que se aproxima más a una crisis que a la bonanza que vivíamos hace escasamente un año y medio. Los síntomas son claros. Como mínimo en nuestro sector. Habitualmente, nuestro sector primario anticipa las crisis que a otros sectores llega años más tarde. Todavía hoy hay arquitectos que tienen a sus equipos estresados mientras a nosotros nos alargan las entregas de chatarras metálicas. Siempre fue así.
Sin jugar a ser economista, hay circunstancias que pueden ex- plicar la actual desaceleración.
Cuando la economía se mueve por un entorno de confianza, hace que la gente nos hipotequemos para comprar una casa o un coche, o gastemos más alegremente. Los empresarios deciden ampliar sus negocios o compran nueva maquinaria si intuyen que sus beneficios serán suficientes. Ante una situación de creciente incertidumbre, la sociedad se mueve con bipolaridad y pasa desde la euforia hasta la contracción de manera cada vez más habitualmente.
Una de las razones que impulsan la recesión es la creciente guerra comercial entre bloques. USA contra China, contra la CEE, contra México, etc. Serán tiempos de alianzas de bloques geopolíticos. La guerra comercial global no hace más que contraer nuestras economías y con ello nuestras empresas. La caída de la demanda provoca que caigan los precios de las materias primas. En nuestro sector hay caídas generalizadas de porcentaje de valoración de contenidos. A menor demanda, peor valoración. Es algo que hacía décadas que no ocurría. Hoy, los valores de las chatarras están a porcentajes mínimos sobre su equivalente en materia prima. Ello también ocurre para los papeles y los plásticos. Con el agravante de que estos pueden estar cerca de su umbral como materia prima secundaria y convertirse fácilmente en un residuo.
Por si no fuera poco, China, que compra aproximadamente del 50% de las materias primas del mundo, lleva a cabo actual- mente una cruzada contra el consumo de materias primas secundarias sin precedentes. De consumir cualquier residuo a ser más selectivo que las economías más evolucionadas. Se habla de que puede llegar a dejar de consumir cualquier tipo de chatarra, papel de recuperación, etc.
Está claro que el calentamiento global es cada día una evidencia más innegable, pero de ahí a negar la necesidad de reciclar me parece desenfocado. Precisamente en el reciclado y en la mejora de procesos de reciclado está la solución a parte de las consecuencias del cambio climático.
Es evidente que los actuales niveles de consumo mundial no son soportables por la totalidad del planeta. Eso también empuja la crisis de los modelos económicos mundiales que hasta ahora han aumentado la riqueza de las economías que los abrazaron como un mantra.
Por otro lado, parece que nuestra sociedad no reacciona en la dirección adecuada. Me sorprende que las escuelas de ingeniería y diseño del siglo XXI no vean con contundencia la necesidad producir nuevos productos contemplando su reutilización o reciclado en su totalidad. O que no tengan una cátedra de utilización de materias primas secundarias que hoy van al vertedero.
Me sorprende que, en el siglo XXI, sea mucho más rentable un vertedero o una empresa de gestión de basuras que una que contribuye a la vida circular de un producto.
Es admirable y sorprendente como las nuevas generaciones se arremolinan alrededor de Greta Thunberg y su lucha contra el consumismo más extremo. Pero, es al mismo tiempo contradictorio, que buena parte de la gente que la defiende siga teniendo una posición hipócrita ante el consumo. Digamos ecologismo de postureo. Actualmente dimensionado con las redes sociales. El viernes hay huelga en la uni, pero el jueves noche se va de fiesta.
De hecho, todos somos ecologistas de postureo. Todos somos conscientes de que debemos ser consecuentes con el cambio climático, pero al mismo tiempo poco hacemos o podemos hacer para cambiar nuestros hábitos cotidianos. Me parece bien definir el modelo de transición ecológica porque es difícil ser radicalmente eco-responsable rodeado de lineales de objetos de plástico. El problema es que, según Greta y quienes la secundan, estamos metidos contrarreloj contra la destrucción del planeta.
Está claro que, si China llega a cerrar las puertas a las materias primas secundarias, hará flaco favor a la economía circular. China seguirá siendo, como poco a corto- medio plazo, la fábrica del mundo. Pero será un error que no contemple el reciclado como parte de la solución desde su propia concepción y diseño, hasta su final de vida útil. Es im- probable que el mundo se detenga de golpe al voraz consumo, pero el camino a seguir será que sea capaz de conseguir niveles de reciclado (y de reutilización) nunca conseguidos hasta la fecha.
Hasta que no llegue y triunfe el móvil o el automóvil modular, o la casa reutilizable (como vimos en Holanda hace unos años), el reciclado completo de los productos que consumimos será la solución a nuestro voraz consumismo. Criminalizar la recuperación de materias primas secundarias es parte del problema, no la solución.