El menos común de los sentidos (Revista Recupera 102)

01/01/2018

Hace 20 años que decidimos iniciar el proyecto de implantación de la ISO 9000 en nuestra empresa. Me acuerdo que vinieron comerciales de varias empresas implantadoras que prometían tener el logo de la ISO en el catálogo en 3 meses. Sólo una, SGS en ese momento, me hizo entender la verdadera función de un sistema de calidad. La reingeniería de procesos. Una empresa como la nuestra, con casi 60 años de antigüedad en ese momento, había creado sus protocolos de funcionamiento de viva voz y de forma pragmática. Día a día, la organización había desarrollado sus reglas internas y tenía un funcionamiento más que aceptable. No había ni un documento que lo reglamentara pero, mágicamente, todo funcionaba. El problema era que el crecimiento de la compañía había hecho crecer la empresa en personas. Requería una redistribución de tareas y repensar la idoneidad de aquello que nunca nos habíamos planteado revisar. Al poco tiempo de la estructuración empezaron a producirse tensiones entre la organización y los implantadores. Me acuerdo que en esa época también disponía de un amigo, profesor de RRHH de Esade, que nos ayudaba en temas de personal y su encaje. Conforme la ISO fue avanzando implacablemente se incrementaban los conflictos. Utilizamos un becario de ingeniería como soporte interno a la compañía implantadora. Era un estudiante muy bien preparado, pero excesivamente dogmático y estructurado. Digamos que le faltaba experiencia relacional y tenía graves problemas para adaptarse al caótico mundo de los residuos y las chatarras. En una de las tensiones que se produjeron me dijo: “Cuando Pep tenga toda la empresa procedimentada, estará muerta. Tu sector es demasiado complejo y caótico para ponerle tanto corsé”.

Esta anécdota propia me sirve para crear una analogía con lo que está ocurriendo en nuestro sector. La administración está intentando encorsetar tanto al sector de la recuperación que lo está asfixiando. Habitualmente se nos hace complejo estructurar mi empresa con millones de entradas y cientos de productos que, a pesar de estar estandarizados, son diferentes en cada entrada. Los almacenes de un gestor de residuos son enormes embudos que consiguen hacer pasar por una puerta de 5 metros de ancho todos los residuos que nuestra sociedad produce. Somos maestros en la gestión del caos.

En una era en que la economía circular está en boca de todos, se requieren políticas que faciliten nuestra labor, no que la lastren. Poner impuestos a cada movimiento que realizamos los gestores de residuos es lastrarlo. Obligar a documentar la trazabilidad es utópico y de dudosa eficacia. Los residuos son un mundo demasiado extenso y caótico como para encorsetarlo.

Por ello, el Gremi, con la colaboración de la Federación Española de la Recuperación (FER) y el Colegio Industrial de Ingenieros de Catalunya, hemos publicado el Estudio del Sobrecoste Administrativo de la Normativa de Residuos. El estudio está colgado en abierto en nuestra web.

Bill Gates, fundador de Microsoft, anunció la desaparición de los papeles en las oficinas. Lejos de conseguirlo, las empresas actuales hemos ido avanzando en dirección contraria. Cada día gestionamos más papeles. Ya no solo nos conformamos con denunciar el coste de la tasa que pagamos por las hojas de seguimiento, sino que pretendemos sensibilizar que el verdadero coste está en la propia redacción y en la administración.

Utilizaré una analogía que ayude a entenderlo. Podríamos crear un mecanismo tan perverso como si, para evitar los robos, obligásemos a cada ciudadano a realizar documentación cotidiana de control de su actividad. De entrada, quedaría feo. Representaría que confías tan poco en tus administrados que los obligas a controlar su propia actividad. El coste de control sería barroco e inoperante.

Lejos del actual modelo, desde el Gremi demandamos la eliminación total de las hojas de seguimiento y el reconocimiento de los albaranes de entrega comercial como documento único y suficiente para el control de los residuos. Si es necesario modificar el texto o imprimir más copias se hace y punto. Que la ficha de aceptación la sustituya un contrato comercial adaptado.

Que se intensifique el control de las plantas ilegales y vehículos sin legalizar.

Que, como se hizo con la contaminación de los ríos, se controló más las fuentes de contaminación y la desembocadura que los que navegaban por el río. De tal manera, que se controle (y se fijen tasas si es preciso) a las fuentes de producción y los consumidores finales a fin de supervisar el sector.

La gestión de residuos, lejos de penalizarla, con más y mayores controles, hay que bonificarla.

Entiendo que la gestión medioambiental de los residuos requiera recursos, pero es erróneo hacérselo pagar a quienes gestionan su final de vida útil. Por poner un ejemplo, aplicar una tasa de 3€ (más los costes administrativos) para gestionar una pantalla es fomentar que se haga un tratamiento ilegal. Cargar 3€ en su compra es irrisorio y puede ser fondos para que los gestores creen sistemas de recogida capilar.

Los cambios que se están produciendo en la sociedad requieren legislaciones adaptadas a la realidad y al posibilismo. Nada que suponga encorsetar excesivamente al sector funcionará. Nada que pretenda aumentar los índices de economía circular a través de cargar impuestos verdes a los gestores funcionará. Es hora de darle la vuelta a la legislación y al control medioambiental. Es hora de mirar atrás y revisar errores graves de concepto. Es hora de construir un mejor sector mirando hacia atrás y aplicando el sentido común. El menos común de los sentidos.

Por último, casi sin darnos cuenta ha llegado el año nuevo. Es hora de recordar los mejores momentos del 2017 y hacer propósitos para el 2018.

Les deseo salud, amor y dinero suficiente para disfrutarlos.

Xavier Riba,

Presidente del Gremi de Recuperació de Catalunya
xriba@gremirecuperacio.org

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Artículo Revista Recupera 102