SIEMPRE TRIUNFA EL AMOR (Revista Recupera 108)

01/02/2019

Hace unos meses, un cachalote de más de nueve metros de largo apareció varado en la costa de Murcia, en el sur de España. La autopsia reveló que había muerto por la ingestión de casi 30 kilos de plástico. En YouTube puede verse una colonia de pingüinos colonizando una isla de plásticos. Solo dos ejemplos que cada vez nos sorprenden menos al ser habituales en los medios de comunicación.

El inicio de la industria del plástico se inicia en 1909 con Baekeland, su inventor. Estos primeros plásticos se denominaron popularmente “baquelita” en honor a su descubridor. Hoy es prácticamente imposible comprar nada que no lo contenga en menor o mayor medida. Pero el plástico es sólo la punta del iceberg. Es la parte más escandalosa del consumismo desbocado de nuestra sociedad. Pero no es menos preocupante la invasión de los residuos electrónicos, sin olvidar la ropa, kleenex, etc.

El problema real es el creciente consumismo, sin evaluar sus consecuencias a corto plazo. La sociedad avanza a una velocidad vertiginosa ante los avances de la tecnología, pero es incapaz de absorber sus aspectos negativos.

Los avances, durante décadas de nuestra sociedad, han sido evidentes. Pero hubo que crear instrumentos cuantitativos para medirlos. Poco a poco, hemos incorporado a nuestro lenguaje coloquial conceptos de economía tales como: PIB, IPC, TAE, inflación, deflación, etc.

Uno de los más utilizados para evaluar la evolución de la economía es el PIB. El Producto Interior Bruto tiene su origen en la Gran Depresión. En 1932, tras ser elegido presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt quiso cifrar el daño que había sufrido la economía del país tras el crash de 1929. Roosevelt pidió al economista Simon Kuznets la creación del índice que ha marcado nuestras economías los últimos 86 años.

Pero el Producto Interior Bruto no distingue entre producción buena o mala. Desde esta perspectiva, cuanto más plástico produzcamos, mejor. De hecho, ateniéndonos al PIB, cuanto más produzcamos de cualquier cosa, más aumenta el PIB. Da igual que sea botellas de un solo uso o electrodomésticos de obsolescencia programada. Entronca con una concepción errónea de lo que es el progreso económico.

Pero, incluso en su momento triunfal, Kuznets tuvo dudas acerca del concepto que había creado. Razonaba que el PIB no debería contabilizar todo lo que producimos. ¿Debe contarse el armamento? ¿Y la especulación? Él creía que no. De haberla excluido nos hubiésemos evitado la crisis financiera de 2008.

Antes del crash se afirmaba que nuestros bancos, fuera de control, “aportaban” alrededor de un 10% al PIB. Hasta la valla de Trump va a aumentar el PIB de Estados Unidos. ¿Y la contaminación? También contribuye al PIB. De hecho, si en el futuro se decide limpiar unos suelos contaminados, lo que les cueste volverá a contribuir al PIB.

Por suerte o por desgracia, los índices también han llegado a nuestro sector. La voluntad de medir la evolución medioambiental de la sociedad y su despilfarro los medimos con porcentajes.

Porcentajes que buscan medir la responsabilidad medioambiental de ciudadanos y productores. De tal manera, por poner un ejemplo, se fijan objetivos mínimos al 65% el índice de recogida / reciclado del peso medio de los Aparatos Eléctricos y Electrónicos (AEE) para el 2019.

Al igual que el PIB, este porcentaje es un índice insuficiente. El índice no mide si el proceso de reciclado será más o menos respetuoso con el medio ambiente, ni qué nivel de aprovechamiento de materia prima genera, ni qué porcentaje de economía circular aporta, ni si se incluyen demasiados conceptos en el numerador y se olvidan otros en el denominador. Hay una obsesión por la cantidad más que la calidad del proceso. Los AEE no son un ejemplo aislado. Lo mismo ocurre con los envases en general y el plástico en particular, los RAEES, la ropa, etc.

Mientras tanto, el sector queda atónito por, además de intentar reciclar lo i-reciclable, sufrir una presión asfixiante que acabará en una sociedad más cercana al escenario de Wall-E que de lo que proyecta el decreto ley. Suerte que Wall-E, finalmente, se enamora de EVA, una robot que es enviada a la tierra para investigar si existen indicios de vida, lo cual significaría que el lugar puede ser, nuevamente, habitado por la humanidad. Y es que siempre triunfa el AMOR.

Xavier Riba,

Presidente del Gremi de Recuperació de Catalunya
xriba@gremirecuperacio.org

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Artículo Revista Recupera 108