Les glaneurs (Revista Recupera 80)

01/06/2013

Cuando era niño, el profesor de castellano nos obligó a aprendernos una poesía de Calderon de la Barca:

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.

El otro día, tomando tranquilamente una cerveza en una terraza barcelonesa con un familiar andaluz me dijo:” Los catalanes son muy ricos”. Rápidamente lo desmentí casi por resorte. Él argumentó refiriéndose a que durante la hora larga que llevábamos allí, habían desfilado casi una docena de recogedores de chatarra y que todos habían sacado algo. Alrededor de los contenedores se amontonaban juguetes, electrodomésticos, un carrito, 12 tomos de la enciclopedia SALVAT (sic), etc.

La anécdota me hizo recordar un film documental de la que llaman la abuela de la nouvelle vague francés (Trufaut, Godard, Chabrol, etc), Agnès Varda, y viuda de otro grande del cine francés, Jacques Demy.

Nuestra sociedad vive en el despilfarro donde una patata de menos de cinco centímetros u otra con forma de corazón se queda fuera del circuito de venta. La sociedad prioriza la estética y las leyes de marketing al sentido común. Así, miles de toneladas de comida van a vertedero mientras los comedores asistenciales están cada vez mas atiborrados de gente necesitada.

Sin embargo, en Francia, una ley del siglo XIV permite que, una vez realizada la cosecha, cualquiera pueda recoger las sobras. Los espigadores (glaneurs, en francés), en forma de reportaje periodístico, cuenta la historia de personajes que viven de lo que la sociedad desaprovecha.

Las grandes ciudades han propiciado el resurgimiento de los modernos espigadores urbanos, que ya no rebuscan los granos sueltos de las cosechas, sino los yogures que caducaron el día anterior en el súper, chatarra o elementos reutilizables. ¿Existe un mayor sinsentido que permitir que la comida se pudra antes que ofrecerla a personas que se mueren de hambre? ¿Tiene alguna lógica que acaben en vertederos miles de toneladas en materias primas, como denunciaba un grupo ecologista canario hace unas semanas? ¿No es lógico dar una segunda vida a bienes que todavía son útiles? En Inglaterra son habituales los mercadillos populares para propiciar la reutilización y, por qué no, sacar una libras.

Esta moderna visión de los espigadores, a menudo considerados mendigos, personas a las cuales el simple azar quizás los ha convertido en marginales, no hace sino poner en evidencia que tenemos que ser más conscientes sobre el despilfarro.

La máxima de reciclar y reutilizar se vuelve una exigencia de vida para quienes el sustento diario proviene únicamente de recoger lo que otros desechan. Con perseverancia, son capaces de encontrar lo suficiente para vivir en lo que muchos consideraríamos únicamente basura. Tan sólo tienen que lavarse las manos después de la cosecha. Los que puedan reprochar esta actividad como insalubre les recomiendo que visiten un ecoparque (planta de selección de RSU). Los modernos espigadores callejeros tienen mucha más calidad laboral que aquellos que
la vida los ha llevado a trabajar 8 horas frente a una cinta infinita y en un cerrado pestilente y lleno de insectos.

Los que pretenden prohibir a los que en nuestro sector se ha querido bautizar como” particulares”, se encontrarán con las mismas dificultades que los que pretenden desde siglos hacerlo con la prostitución. En ningún caso pretendo hacer apología de ella, pero a tenor de la evidencia, nadie ha conseguido eliminarla por mucho que se ha intentado.

En este caso que nos ocupa, por mucho que lo prohíban, lo persigan, o lo multen, mientras nuestra sociedad despilfarre, mientras dentro o alrededor de las basuras se pueda encontrar objetos de valor, existirán espigadores urbanos.

Las campañas de persecución que están sufriendo estos modernos espigadores, por las diferentes administraciones, tan sólo sirven para empujarlos aun más hacia la economía sumergida, las instalaciones ilegales, las mafias que los extorsionan, etc…

En ningún caso, desde nuestro sector, vemos con buenos ojos las miles de furgonetas que operan habitualmente en cualquier ciudad española sin seguro, ni ITV, ni permisos y ejercen como transportistas de residuos sin serlo. No podemos aprobar a quienes roban el papel y cartón del contenedor azul. Tampoco el descuartizado que realizan de electrodomésticos en plena calle para llevarse los metales de valor. Ningún gestor tendría que comprar los electrodomésticos sino fuesen enteros.

Por supuesto, tampoco podemos defender la compra a quienes, amparados por el vacío legal de los “particulares”, roban metales. Habitualmente, buena parte de todos los anteriores venden a instalaciones ilegales que, carentes de honestidad, amparan la receptación. Es una reclamación histórica que todas las instalaciones de gestores de residuos estén legalizados y sujetos a los controles policiales.

Desde diversas asociaciones planteamos regular la compra al mal llamado “particular” y, de alguna manera, me parece mucho más viable regularlo que prohibirlo. Más aun en una época de profunda crisis. En Europa tampoco lo han conseguido y, finalmente, plantean regularlo.

Desde los gestores legalizados se plantean diversas alternativas para legalizar una actividad que, aunque entierren los contenedores, seguirá existiendo mientras un recogedor pueda sacarse un jornal recogiendo, los puntos limpios estén alejados de la zona de viviendas y sólo abran cuando estamos trabajando.

En las ciudades empiezan a aparecer nuevas traperías. Lo que pedimos es que se legalicen y estén obligados a los mismos controles que el resto del sector. También que las actividades que promuevan la receptación, las prácticas ilegales y eviten los controles sean clausuradas e inhabilitadas para la práctica de nuestra profesión.

No creo que las moscas se puedan matar a cañonazos, tampoco creo que se pueda erradicar unas prácticas que, de forma si se quiere irregular, complementan los sistemas sociales.

Para terminar querría dedicar unas líneas a mi colega, Diego García García. Murió prematuramente el pasado día 26 de julio. Nos conocíamos desde hace más de 20 años. Persona muy honesta, trabajadora, jovial y astuta. Empezó a trabajar en el sector muy joven
ayudando a su padre. Hace dos años lo incorporé en nuestra Junta Directiva para que representase a nuestro amplio colectivo de minoristas.

Hasta hace poco era la segunda empresa que más neveras entregaba a la planta de Pont de Vilomara. Había ido perdiendo paulatinamente la cartera comercial en donde recogía electrodomesticos ante el pujante control de mercado de los SIGS.

En estos casos se desea al difunto que descanse en paz. Pero conociendo a Diego seguirá siendo, incansable, el que más recicle allí donde se  encuentre.

Recupera en paz, amigo. ¡¡Un abrazo donde estés, machote!!

Xavier Riba,

PRESIDENTE DEL GREMI DE RECUPERACIÓ DE CATALUNYA
XRIBA@GREMIRECUPERACIO.ORG

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Artículo Revista Recupera 80